“¿Quién nos va a recordar, / si nos fuimos ?”: el grupo de música tradicional La Ronda de Boltaña interroga a los antiguos habitantes del pueblo de Mediano, sumergido después de la construcción de un pantano en 1969. Medio siglo más tarde, no cabe duda de que la memoria del pueblo anegado sigue viva. Tal vez porque, como sugiere la canción, la “dama del lago”, nombre que le dieron a la torre de la iglesia, sigue en pie, inundada hasta la mitad pero con la cúpula al aire libre.
Si no es habitual practicar el buceo en aguas interiores, en los lagos, ríos y embalses, no es solo por razones de seguridad, sino sobre todo porque la visibilidad es en general muy reducida. Es una lástima, ya que una inmersión en las aguas de los pantanos españoles nos permitiría ver una multitud de pueblos. Sin embargo, desde tierra firme, se hace visible algún que otro esqueleto acuático, dependiendo de las lluvias y del nivel del agua que alimenta las reservas.
El antiguo pueblo de Mediano, hoy anegado, pertenece desde 1974 a la municipalidad de La Fueva. Forma parte de ese medio millar de pueblos abandonados después de la construcción de pantanos, en gran parte durante la dictadura franquista. Presentes en casi toda la península, esos pueblos no fueron todos sumergidos por las aguas. Algunos se mantuvieron en seco pero sus habitantes los abandonaron por la inundación de las tierras cercanas. A veces fue el aislamiento provocado por la construcción del dique lo que acarreó la despoblación. En la mayor parte de los casos, la construcción de esos embalses, obra del Estado y de las grandes compañías hidroeléctricas, no fue objeto de concertación alguna con las poblaciones. En el Sobrarbe varios pueblos fueron vaciados y otros construidos río abajo, en la zona árida de los Monegros, donde se instalaron colonos para cultivar tierras que pasaron a ser de regadío.
La salida de los últimos habitantes de Mediano fue dramática. En efecto, si bien una parte de ellos aceptó mal que bien emigrar, recibir pobres compensaciones económicas e irse a Barbastro, Barcelona o algún otro lugar, o bien construir una casa en los terrenos no inundables cerca del embalse, un pequeño grupo se negó a conceder sus tierras fértiles. A esos últimos resistentes les esperaba una muy mala sorpresa: las abundantes lluvias de abril de 1969 empezaron a llenar el embalse – algunos dicen que la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) cerró las compuertas para que se llenara más rápido –; el agua subió, sumergió poco a poco el pueblo, y los últimos habitantes no tuvieron otra opción que escaparse a toda prisa.
La construcción de presas hidráulicas no fue el único factor que provocó la despoblación rural del Sobrarbe. En 1910, había en la región unos 26 000 habitantes, o sea un 70% más que en la actualidad: hoy su densidad es de aproximadamente tres habitantes por kilómetro cuadrado. Como lo demuestra José María Cuesta, el modelo socioeconómico tradicional de la sociedad agro-silvo-pastoral producía una emigración limitada para mantenerse. El contacto con lógicas de mercado y la integración en el sistema capitalista trastornó ese modelo y llevó a una emigración masiva a partir de los años sesenta. La edificación de pantanos así como la política forestal del régimen – la plantación de pinos, irónicamente llamada repoblación, cuando en realidad provocaba una despoblación –acentuaron esa dinámica. No obstante, el carácter espectacular de las inundaciones de pueblos y de las migraciones forzadas que provocaban la construcción de las presas, con su serie de suicidios, de exilios dolorosos y de conflictos entre antiguos vecinos y en las familias, ocultó varios aspectos de una despoblación multifacética.
Como en los crímenes de las novelas policíacas, en los que el asesino le ata una piedra a los pies de su víctima antes de tirarla al agua, se dice que antes de inundar los pueblos, se colocaba una losa de hormigón en los cementerios para evitar que el agua llevara los ataúdes a la deriva. También se dice que en los años 1980 se dinamitaron los edificios cuyos cimientos habían sido fragilizados por la inmersión, porque se temía que se derrumbaran y provocaran accidentes durante los periodos de aguas bajas, cuando algunos vienen a curiosear por los vestigios. Por lo menos fue así como se justificó la destrucción de los últimos restos de Mediano. Pero ello no fue suficiente para que desapareciera el pasado: cuando baja el nivel de las aguas en el embalse, el curso del Cinca vuelve a su antiguo cauce. Ni con nitroglicerina se borran los recuerdos: aunque con el tiempo se haya mitigado el dolor de haberse marchado del pueblo, el recuerdo traumático de la subida de las aguas se ha mantenido y transmitido entre las generaciones. Si bien el Mediano en seco es un campo de ruinas donde sólo sigue en pie la iglesia que fue consolidada, el Mediano bajo de las aguas del embalse sigue señalando su presencia con la cúpula de la torre que emerge a la superficie.
A la manera de ese singular islote que asoma en medio del lago, el recuerdo del pueblo volvió a salir a flote. Durante mucho tiempo, el silencio sumergió la historia dramática de Mediano. Pero en 2009 salió un documental acompañado de un libro que trataba de la historia del pueblo. Un día de aguas bajas de ese mismo año, para conmemorar el cuarenta aniversario de la inundación, se volvió a instalar una campana en la torre de la iglesia. Después fue trasladada a otro campanario nuevo situado en tierra firme, en la orilla del embalse. Ese trabajo de recuperación de la memoria del pueblo le permitió de algún modo sobrevivir a la construcción de la presa. Si bien el lugar se visita únicamente durante las sequías de verano, sigue “habitando” la memoria de sus antiguos habitantes, y las fiestas anuales organizadas en las orillas del embalse, la página Facebook de la torre de Mediano o el canto de La Ronda de Boltaña son otras tantas iniciativas que perpetúan el recuerdo del pueblo. Mantienen una forma de unidad rural a pesar del relevo generacional y, como escribió Llamazares en una de sus novelas, de “las diferentes maneras de mirar el agua”.
No todos los pueblos abandonados del Sobrarbe tuvieron un destino similar. Entre los olvidados, los abandonados, los museificados, los que fueron cedidos por la CHE a sindicatos o a grupos de personas para proyectos socioeducativos o programas de repoblación que funcionaron más o menos bien, Mediano es un caso aparte: el campanario sumergido a medias se transformó en un símbolo, el de un pueblo que ha podido hasta hoy resistir al olvido.
Bibliografía
– CUESTA, José María, La despoblación del Sobrarbe.¿Crisis demográfica o regulación?, Zaragoza, CEDDAR, 2001.
-LLAMAZARES, Julio, Distintas formas de mirar el agua, Madrid, Alfaguara, 2015.
-SABIO ALCUTÉN, Alberto, Mediano. El ojo del pasado, Huesca, Diputación provincial de Huesca, 2011.
CUESTA, José María, Villages fantômes, Documental, Francia, 58 min., Universidad de Toulouse II- Le Mirail, 2005. Disponible en línea: https://www.canal-u.tv/video/universite_toulouse_ii_le_mirail/villages_fantomes_jose_maria_cuesta.10229
Manel